EL
MUNDO
26 abril
2022
Los
consejos del pionero de la medicina preventiva en España para vivir más y con
la mejor calidad de vida posible
Gema García Marcos
La filosofía de Ángel Durántez se basa en la compresión de la morbilidad, que
quiere decir, básicamente, poner los medios necesarios por nuestra parte para
retrasar la pérdida de autonomía hasta edades ya muy avanzadas
"Si lo que quieres es cumplir 100 años... No vivas como
vivo yo", canta Joaquín Sabina. Pero, la pregunta es: ¿de verdad queremos
vivir 100 años? Pionero en España de la Medicina Preventiva y director técnico
en Longevitas Labs, Ángel Durántez está convencido de
que sí, siempre y cuando, por supuesto, lo hagamos con una calidad de vida
aceptable. Conseguirlo es, según el mismo lo define, "su negociado".
Su filosofía se basa en la llamada compresión de la
morbilidad, término acuñado por Fries en la década de
los 80 del pasado siglo que quiere decir, básicamente, poner los medios
necesarios por nuestra parte para retrasar la pérdida de autonomía hasta edades
ya muy avanzadas. O, en sus propias palabras, "llegar a morirse, habiendo
estado el día anterior bien o, incluso, muy bien".
Designado durante tres años consecutivos por la revista
'Forbes' como uno de los médicos españoles más destacados, Durántez
no aspira a esa longevidad casi eterna 'sin más requisitos' con la que sueñan
los inmortalistas "El inmortalista
piensa que los avances van a ser de tal magnitud que vamos a llegar a la
esperanza de vida máxima del ser humano, situada entre 120 y 130 años. Sin
embargo, lo que yo defiendo es vivir más, sí, pero
gozando de una buena vida. Y sin buscar límites inalcanzables porque, si lo
pensamos bien, quién quiere seguir viviendo si se ha enterrado ya a todos
nuestros seres queridos".
Y, obviamente, está en el lado opuesto de los que, como
Ezequiel Emanuel, médico, experto en ética y uno de los ideólogos del 'Obama
Care', defienden que, a partir de los 75 años, hay que dejar de ir al médico.
"Los llamados muertistas sostienen que, entrados
en la década de los 70, no hay que hacer ningún tipo de acción preventiva y que
hay que morirse cuando lo marca la naturaleza, porque están en contra de
alargar la esperanza de vida del ser humano. Emanuel todavía tiene 64 años. ¡A
ver si sigue pensando lo mismo dentro de una década!".
¿Cuál es, entonces, la clave para vivir más años y reducir
el periodo en el que los achaques nos hacen personas dependientes? Ponerse
manos a la obra cuando todavía somos lo suficientemente jóvenes como para que
no nos duela nada: "Mi negociado, al ser medicina preventiva para el
envejecimiento saludable, empieza en el periodo de vida libre de enfermedad,
entre los 35 y los 40 años. Ahí es donde podemos empezar a hacer cosas".
Durántez nos explica por qué:
"Hasta esa edad, gozamos de una salud plena. A partir de ahí, un 50% de la
población española tiene, al menos, un diagnóstico: lumbalgia, tensión, azúcar
elevado, un ovario poliquístico, etc. Lo último que he leído sobre este tema es
que este momento lo alcanzan las mujeres a los 35 y los hombres, a los 40. A
pesar de que tener ya un diagnóstico en nuestro historial médico, evolucionamos
con una percepción buena o muy buena de nuestra salud hasta, más o menos, los
70. A partir de ese momento, comenzamos a calificarla de regular, mala o muy
mala. El último corte sería discapacidad: necesitamos ayuda para vivir".
Sin embargo, prevenir antes que curar no es algo que forme
parte, precisamente, de nuestra cultura: "Me formé en Estados Unidos y
estoy convencido de que, el hecho de que allí no tengan una medicina pública
como la nuestra hace que la población se preocupe más por la prevención. El
estadounidense sabe que se puede arruinar si enferma e invierte más en la
prevención. Aquí, en cambio, todavía hay gente que desprecia la medicina
proactiva, reactiva y preventiva hasta el punto de no creer en ella. La
filosofía imperante es no hacer nada hasta que aparece el síntoma. Ahora bien,
cuando éste aparece, probablemente, ya será tarde porque ha pasado la fase
silente de la enfermedad que podría haber sido frenada en ese momento".
Se decía, tradicionalmente, que la forma en la que
envejecemos depende un 30% de la genética y un 70% de nuestros hábitos. Durántez, entre risas, reconoce que el origen de tal
afirmación parece haberse difuminado pero lo que sí está muy claro ya es que
"escudarnos en nuestra genética ya no cuela. La epigenética, es decir,
nuestro estilo de vida puede modificar la expresión de nuestros genes".
Suplementación
Descanso, control del estrés, actividad física y alimentación
son los elementos con los que podemos 'jugar' para optimizar ese estilo de vida,
pero, en ocasiones, no nos queda otra que recurrir a una ayuda extra,
especialmente, en el capítulo de la dieta. "Utilizo la suplementación
nutricional como un añadido a la alimentación supuestamente sana y equilibrada.
Cuando digo supuestamente, es porque, probablemente, ninguno conseguimos
mantener una alimentación sana y equilibrada. Y no porque no tengamos la
voluntad de hacerlo -aunque también es cierto que hay mucha gente que se limita
a ingerir calorías-, sino porque la calidad de los alimentos actuales, en
comparación con la de hace un siglo, es muy deficitaria en muchos de los
micronutrientes esenciales que necesita nuestro organismo La cantidad de ácido
fólico o hierro de muchas frutas, verduras o legumbres, por ejemplo, es ahora
mucho menor debido a los sistemas de cultivo intensivos, la utilización de
pesticidas, los abonos, la falta de maduración del producto, etc. Todo es hace
que, poco a poco, la presencia de ciertos nutrientes en la población vaya
cayendo de forma sistemática".
Según señala, todo esto justifica que, desde hace un siglo,
"las autoridades sanitarias suplementen alimentos básicos, como el pan, el
agua o la sal como medida de salud pública".
Es más, prosigue, "en el pico de la pirámide
alimentaria ya se empieza a poner el dibujito de los suplementos nutricionales,
poniendo de relieve la relevancia de su papel en nuestra dieta".
No obstante, Durántez aclara no
estar haciendo "un alegato a que todos nos suplementemos, ni todos, ni en
cantidades industriales, pero, desde luego, sí que tiene sentido hacerlo con
sensatez. No es que esté haciendo un alegato a que todos nos suplementemos,
pero, desde luego, sí tiene sentido hacerlo con valoración y lógica".
En su experiencia, la mayoría de las personas presenta
"tres carencias clarísimas en niveles de ácidos grasos Omega 3, vitamina D
y también las B".
Lo del Omega 3 es flagrante: "Está claro que, si
comiéramos más pescado azul, probablemente lograríamos alcanzar unos niveles
aceptables. Pero esto no siempre es posible y su presencia es esencial.
Diversos especialistas, como el doctor y bioquímico Barry Sears, creador de la
dieta de la zona, ponen en valor las funciones antiinflamatorias, antioxidante,
citoprotectora -salvaguarda de la mucosa del tracto
gastro-intestinal de la acción del entorno ácido y enzimas digestivas-, cardio
y neuro protectora, etc y recomiendan tomar mucho más
de lo que hacemos".
Si se supone que "el nivel óptimo sería tener un 8% de
los ácidos grasos de la membrana del glóbulo rojo de Omega 3, Sears aboga por
llegar hasta el 15%. Es más, incluso, dice que hay que tomar tanto Omega 3 como
nos aguante el intestino porque, al ser aceite, produce esteatorrea, o sea,
diarrea grasa".
"Vitamina D, Magnesio, Coezima
Q10 en forma de Ubiquinol -que tiene un efecto
antioxidante muy potente y mejora la función celular- y probióticos serían,
junto al Omega 3", esos extras que, tal y como apunta Durántez,
deberíamos de encontrar en una suplementación, a ser posible personalizada y
cuantificada".
Pero ¿cómo podemos saber si lo que estamos tomando tiene la
calidad suficiente para obrar los beneficios que se le presuponen? "Hay
mucha variabilidad, muchas fuentes de materia prima, etc. Los suplementos
nutricionales no tienen una regulación tan estricta como los fármacos porque se
la considera 'una alimentación metida en capsulitas' a la que, además, no se le
atribuye un efecto terapéutico. Por eso, los médicos que nos dedicamos a esto
buscamos una marca que nos genere una confianza absoluta y, cuando alcanzamos
un nivel de experiencia clínica, que nos permite calibrar cómo están
funcionando aquello que prescribimos en nuestros cientos de pacientes aquello
que prescribimos, empezamos a diseñar 'lo nuestro'. La clave está en la
experiencia clínica que nos aporta observar cómo mejoran los análisis de los
pacientes y, por supuesto, en los estudios científicos que los avalan".
Vitamina D, Magnesio, Coezima Q10... Si lo que queremos es cumplir
100 años, pero bien vividos, más nos vale tomar nota de los consejos de Durántez y sus pastillas para soñar.